Nuestra mirada de algunas cuestiones que hacen a las villas de emergencia de Buenos Aires

9 de noviembre de 2007

Este documento es fruto de lo que profundizamos durante este año, como equipo de sacerdotes de villas de emergencia, acerca de la cuestión de la urbanización y del respeto por la cultura popular que se da en estas barriadas humildes de la Ciudad de Buenos Aires.

Tinku «Madre del Pueblo», barrio Rodolfo Ricciardelli -ex villa 1-11-14-, en la III Jornada Mundial de los Pobres 2019.

La cultura popular

La cultura que se da en la villa es la cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos que trae los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos y se encuentra con la realidad urbana. Cultura que encarna un cristianismo popular que nace de la primera evangelización: Es un cristianismo no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores evangélicos.

De esta cultura popular lo más hondo que rescatamos es esta relación con Dios y con la Virgen que orienta su vida en una dirección fundamentalmente positiva y señalamos numerosas actitudes y valores en que se encarna (1); pero también este encuentro se da en un ámbito particular que es la marginación dentro de la cultura urbana.

Los sacerdotes del equipo de pastoral para villas creemos que las personas que se encuentran en esta situación de marginación tienen el derecho a progresar –y quieren hacerlo-, mejorando su calidad de vida sin perder sus valores, su historia y su identidad (2).

Pero… ¿qué entendemos por progreso?

Damos fe que muchas de las personas que vinieron a vivir a las villas de nuestra ciudad sufren una situación de auto destierro, ya que tuvieron que irse de sus lugares de origen porque allí de donde vienen no hay posibilidad de trabajo, ni de acceder a la educación y menos a la salud. No son cómodos, ni vagos, están hoy en la ciudad en búsqueda de una vida más digna (3). 

El desarrollo que buscan no se reduce al simple crecimiento económico, sino que buscan un desarrollo integral para sus familias, junto a sus vecinos. Quien transitó las distintas villas de Buenos Aires hace 30 años y las transita ahora puede ver un esfuerzo concreto de sus habitantes que posibilitó mejoras objetivas de muchas de las condiciones de vida –gran parte de las veces sin demasiada ayuda externa-: desde el mejoramiento de las viviendas de acuerdo a las necesidades de  cada familia, desde la construcción de redes sociales para ayudarse mutuamente. Esta vocación de desarrollo permitió que pudiese constituirse lo que llamamos “la cultura que se da en la villa”. El verdadero progreso, por tanto, es siempre un despliegue de las propias potencialidades que permitan hacer más humana la vida pero partiendo y conservando siempre la propia identidad (4). No se puede entender un progreso y un desarrollo que atenten contra esta identidad que se manifiesta en las distintas maneras de concebir los espacios, de celebrar la vida, de relacionarse con los otros (5).

Dos peligros que denunciamos.

a) Atropellar la identidad de la cultura popular en nombre del progreso

Desde una idea reduccionista de progreso, que sólo hace referencia a la situación edilicia o al aspecto económico, se da el peligro de atropellar la identidad propia del pueblo que vive en la villa. Frente a esto denunciamos el desconocimiento -de parte del Estado y de los organismos- de la realidad de la villa, la excesiva mediatización a través de los punteros, la manipulación de las personas a través del clientelismo político, la falta de diálogo con los vecinos y las soluciones técnicas que muchas veces provienen de escritorios que ignoran aquello que se vive en estos barrios.

Volvemos a afirmar la necesidad de respetar la idiosincrasia de los pueblos, sus costumbres, su modo de construir, su ingenio para aprovechar tiempo y espacio, respetar su lugar, que tiene su propia historia (6). 

Nos parece que hay -entre otros- dos presupuestos que sustentan este atropello de la cultura que se da en la villa: el primero que proviene de deslegitimizar todo derecho del habitante de la villa a vivir en este sector de la ciudad en nombre de la propiedad privada (7): no es su tierra, no pagan impuestos, por eso no tienen derechos; y el segundo que priva de todo valor a la cultura que allí se vive por identificar a algunos de los antivalores que también se dan, y que tampoco faltan en otros lugares de la ciudad.

Por otra parte, no se puede dejar de tener presente que más allá de los argumentos que se esgrimen, los criterios más pragmáticos de una sociedad capitalista privilegian el potencial lucrativo de la tierra por sobre el derecho a la vivienda de los más pobres. 

El Padre Tano Angelotti -parroquia San José, Puerta de Hierro- en una celebración religiosa junto a la comunidad boliviana

B) Estructuras que amenazan con deteriorar la propia identidad

Pero tampoco podemos desconocer que existe el peligro no menos real de deterioro de la propia identidad por factores que no proceden del interior de la cultura, pero a la que está expuesta cotidianamente y amenaza con erosionar paulatinamente. Podríamos llamarlas amenazas estructurales, ya que no proviniendo de la decisión personal, sin embargo, los vecinos de estas barriadas humildes se ven inmersos continuamente en ellas y también con su prolongación en el tiempo van carcomiendo las bases de su cultura.  

Pasamos a detallar cuáles son algunas de estas amenazas estructurales que impactan en las personas que habitan las villas; algunas de ellas que provienen desde el mismo Estado, otras en cambio que tienen un origen mucho más complejo:

– Falta de trabajo:

El que no tiene trabajo está herido en su dignidad. Con sabiduría y sencillez la mayoría de los vecinos de las villas le rezan a San Cayetano pidiendo pan y trabajo, piden las dos cosas porque puede haber pan sin trabajo y trabajo sin pan. A estas dos cosas están expuestos constantemente nuestros hermanos más pobres: al pan como dádiva que humilla y esteriliza las propias capacidades, y al trabajo explotador que no reconoce con verdadera justicia el esfuerzo realizado.

El trabajo es una nota fundamental de la valoración positiva de la villa, de hecho son barrios obreros. Por otro lado el trabajo es la clave de toda la cuestión social (8). 

Estamos a favor de que todos tengan y vivan de su trabajo; es un derecho de todos: no sólo como fuente de subsistencia, sino también y fundamentalmente como fuente de valoración y desarrollo personal. Por consiguiente crear fuentes de trabajo digno y bien remunerado es un problema de fondo y urgente -¿cómo pueden crecer las generaciones que no pudieron ver trabajar a sus padres o si el trabajo es sólo sinónimo de changas?-. Mientras tanto para que esto se vaya generando tienen que existir subsidios que compensen la mala distribución de las riquezas en la sociedad.  

Por eso no criticamos los subsidios en sí, la gente humilde muchas veces necesita que se la subsidie para poder llevar una vida más digna. Creemos que en general se entiende muy mal la palabra subsidio: se cree que se trata de un simple “regalo”, de un obsequio que se recibe del Estado o de algún organismo. Pero la subsidiaridad es otra cosa: ante todo es un deber, no es un donativo. Los más grandes tienen la obligación de ayudar a los más chicos; especialmente, de ayudarlos a crecer. Este principio sostiene que cada persona, familia u organización social tiene algo original que ofrecer a la comunidad y que hay que ayudar a que así sea. 

Ahora bien, el asistencialismo clientelista atenta contra el valor del trabajo. Lo que objetamos es que estos subsidios no se otorguen para ayudar a crecer sino en función de intereses políticos (cortes o aplausos). Es función del Estado poder controlar el modo de adjudicación y el control periódico de los mismos. Tampoco estamos de acuerdo con que el Estado pida una contraprestación y se desentienda del problema delegándosela a una institución intermedia o a la Iglesia. Si pide una contraprestación tiene que ser el mismo Estado quien se encargue de llevarla adelante.

Los comedores, las cajas, los planes, la tarjeta de ciudadanía porteña, etc. surgieron como paliativos a una gran crisis; el problema es cuando lo precario, lo transitorio, se transforma en lo cotidiano, en lo definitivo, porque no se buscan soluciones de fondo. El camino fácil del asistencialismo va degradando -por ejemplo- la cultura del trabajo.

– Educación:  Hoy día nuestro país promulga la obligatoriedad para todos los ciudadanos de cursar el secundario completo. Esto -para no quedar en una mera enunciación- tiene que tener como contrapartida colegios bien equipados -lo que no ocurre con frecuencia en las escuelas circundantes a las villas- con posibilidad de vacantes para la población. Constatamos que muchos de los chicos tienen que viajar lejos para poder educarse; y con una comunidad educativa que tenga como eje motivar a los niños y adolescentes a capacitarse y aprender, eje que habitualmente queda desfasado cuando la escuela se tiene que hacer cargo de los problemas asistenciales a los que no dan respuesta las instancias del Estado a las que les compete. La educación debería ser un camino verdadero de promoción y desarrollo; el camino para formar ciudadanos libres y con capacidad para defender sus derechos y cumplir con sus obligaciones. Por eso, un esfuerzo real del Estado para procurar que así lo sea es uno de los pilares de una verdadera integración urbana (9). 

 – Salud:  

Como dicen sabiamente los pobres y sencillos, ‘si falta la salud falta todo’. Por eso es importante un progreso en la facilitación del acceso a la salud a las barriadas más humildes. Nuestro planteo de integración urbana hace referencia a ofrecer a los habitantes de las villas las mismas oportunidades que a los vecinos del resto de la ciudad: una loza la pueden levantar, un centro de salud con el equipamiento y el personal especializado no lo pueden tener por sí solos.

Encuentro de Mujeres de los Barrios Populares, Luján, 20 de junio de 2019.

Sería conveniente que los trabajadores de la salud que trabajan en estos barrios estén empapados de la cultura popular. Se pueden plantear múltiples temas en torno a la salud. Podemos comenzar tal vez con la relación entre la alimentación y la salud en la infancia, y la influencia decisiva que esto tiene para el resto de la vida de los niños. La deficiente alimentación, desde su concepción en el vientre de la madre hasta los tres años en que se desarrolla el sistema nervioso, produce lesiones físicas o psíquicas que lo afectan de por vida. Es imprescindible realizar un seguimiento de los niños desde el momento en que la mamá queda embarazada. El problema de la desnutrición  infantil en nuestra ciudad no se soluciona con la mera entrega de cajas con alimentos, eso reduce el fenómeno de la desnutrición a un plano biológico y no tiene en cuenta factores sociales, económicos, antropológicos y culturales. Debemos educar y crear buenos hábitos alimentarios para prevenir problemas de desarrollo en nuestros niños.  

Entre los problemas de salud frecuentes que nos acercan como preocupación los vecinos están los que afectan a las vías respiratorias (bronquiolitis, por ejemplo), así también, como enfermedades que traen desde ámbitos rurales como por ejemplo el mal de chagas.  

– Comedores:  

El modo como hoy están planteados muchos de los comedores atenta contra la posibilidad del encuentro familiar. Es innegable que la existencia de los comedores da respuesta a la necesidad básica de la alimentación en familias a las que se les hace muy difícil o imposible acceder a una mínima canasta familiar. Sin embargo en el modo de su implementación no creemos que sea oportuno que las familias tengan que comer fuera de la casa y divididos muchas veces sus miembros en distintos comedores. Sabemos que la hora de la comida en muchas oportunidades es sinónimo de encuentro familiar. ¿Cómo puede crecer una familia y cada uno de sus integrantes a los que se los priva de este encuentro?

Es cierto también que en muchas oportunidades cumplen también esta función social, ya que cuando no existe familia que contenga da un sentido social y afectivo de pertenencia. Por eso, para algunas personas concretas creemos que será necesaria también esta dimensión vincular del comedor. Pero lo que no está bien es que no se promueva el encuentro familiar en aquellas familias que sí lo podrían tener.

Por otro lado, nos parecen loables los emprendimientos sociales y educativos que se van gestando desde los comedores. 

– Droga:  

Ante la confusión que se genera en la gente con la prensa amarilla que responsabiliza a la villa del problema de la droga y la delincuencia, decimos claramente: el problema no es la villa sino el narcotráfico. La mayoría de los que se enriquecen con el narcotráfico no viven en las villas. Otra cosa distinta es que el espacio de la villa –como zona liberada- resulte funcional a esta situación. Por otra parte las primeras víctimas –no las únicas- son las mismas personas de la villa: el paco está haciendo estragos en los chicos de la villa, del mismo modo que lo está haciendo el éxtasis en otros niveles sociales. Pensamos que si no existiesen las villas se liberarían otras zonas –y de hecho ya las hay-, y mientras no haya una política clara de hacer frente a esta realidad, este flagelo no va a desaparecer (10).

Frente a esto el Estado no puede conformarse jugando el papel como si fuese una ONG más: a modo de ejemplo bastaría mencionar la casa abierta para responder al problema del paco que afecta a los jóvenes de la Ciudad de Buenos Aires que estuvo cerca de cerrar por falta de presupuesto.

Como sacerdotes de estas barriadas humildes sentimos la llamada evangélica de acompañar aquellos niños, adolescentes y jóvenes que en gran cantidad se encuentran en este infierno, y a la vez de exhortar a la conversión a los que pisotean la dignidad de los mismos de esta inescrupulosa manera, avisándoles que Dios les va a pedir cuentas.

– Violencia:  

Ligado al tema de la droga se da el fenómeno de la delincuencia, de las peleas, y los hechos de muerte violenta. Nos hace tomar conciencia de otro gran tráfico que  hay en nuestra sociedad que es el tráfico de armas, que visualizamos como fuera de control. Cuando vemos muertes causadas por menores adictos, también nos preguntamos ¿Quién es el que pone el arma en manos de los menores?  

De este espiral de locura y violencia las primeras víctimas son los mismos vecinos de la villa.

– Falta de sentido:  
Muy unido al tema del consumo de droga, tal vez como una de sus grandes causales está la falta de sentido, de un horizonte hacia el cual caminar. El aburrimiento, el tedio, el no tener qué hacer, van minando la pasión por la vida y donde no hay pasión aparece la adicción. El gran trabajo de prevención que le saca clientes al narcotráfico nos parece que tiene que tener como eje el mostrar que la vida tiene sentido (11).

El sentido de la vida se adquiere por “contagio”, los valores se descubren encarnados en personas concretas. Por eso la importancia fundamental de generar en nuestros barrios líderes positivos que puedan trasmitir valores vividos por la fuerza de su testimonio.

– Crisis de transmisión cultural: 

 Tal vez nuestro aporte más original en la lucha contra la pobreza y la exclusión sea la pastoral popular, que acompaña este problema desde dentro, reconociendo como protagonista al mismo pueblo que desde la conciencia de su dignidad como hijos de Dios busca progresar. Esto tan original hoy en día está amenazado. Toda la sociedad está viviendo una profunda crisis de tradición y esto puede afectar el catolicismo popular que en su núcleo básico es el fruto de una extensa transmisión generacional (engendrado y sostenido en las familias con las mamás y las abuelas como las constructoras e impulsoras del ámbito religioso familiar). ¿Cómo ayudar a estas familias sumergidas en una crisis de tradición que pone en peligro el tesoro de su fe (fe que le da forma a un pueblo) en un contexto que justamente atenta contra la posibilidad de un encuentro familiar? (12). Tal vez para empezar, podríamos recuperar el anuncio misionero y buscar facilitar el acceso al bautismo sin imponer trabas que impidan acercarse a la gente.

A modo de síntesis. 

Como afirmamos en el escrito anterior, confiamos en que el núcleo de la cultura que se da en la villa tiene que ser valorado positivamente; pero también somos conscientes de estos dos riesgos que acabamos de expresar: el que proviene del atropello de la cultura popular por actitudes colonizadoras de la cultura urbana y de su modo de intervenir en los barrios; como también el que proviene del deterioro por no hacer nada frente a situaciones injustas que van deshumanizando día tras día. Ambas tendencias en definitiva no tienen en cuenta el respeto por la dignidad de las personas. 

¿Qué hacer?

De parte del Estado  

El Estado debería hacer hincapié en mejorar el acceso a la salud (mejora de hospitales y salitas, con la cantidad adecuada de profesionales), garantizar a todos el acceso a una educación de calidad, y mejoras de infraestructura en las villas -cloacas, luz, servicios, pavimentación de las arterias de los barrios sin atropellar su diagramación- (13). Asimismo ocuparse realmente de brindar seguridad a las personas que allí viven.

En cuanto a los planteos de urbanización no aceptamos el traslado de la gente porque produce un desarraigo muy grande. La erradicación tiene como consecuencias la pérdida de identidad, pérdida de amistades, cambio de escuelas en los niños y desmembramiento del tejido social.  Además, el traslado de la gente a otros lugares no tiene en cuenta que en muchos de los casos fueron los mismos villeros los que hicieron habitables algunos sectores de la ciudad ganando espacio a un basural, o rellenando una laguna. Por eso creemos que la erradicación es no tener en cuenta el derecho a la vivienda que tiene la gente. Nos parece más bien que la gente debe quedarse en el lugar, y darse allí el proceso de integración urbana. Otra cosa absolutamente distinta es el caso de la gente que sí quiere irse a otro lugar. 

De parte de los Medios de Comunicación Social 

Evitar dar una imagen parcial de lo que se vive en la villa: cuando unilateralmente se muestra el problema de la droga, de la delincuencia, o de otros flagelos que allí se viven, sin mostrar la contrapartida de todos los valores que allí se encuentran, se colabora a formar en la sociedad esta idea que la villa –y en este sentido también las personas que allí viven- son un mal a eliminar o erradicar. 

De parte de la Sociedad  

Nuestra sociedad fue creciendo cada vez más en el individualismo, y no se puede construir un proyecto de país distinto si no empezamos a caminar en el sentido inverso. En el 2001 se pudo percibir que cuando se nos toca el bolsillo podemos reaccionar, en las inundaciones se puede percibir una solidaridad más bien afectiva frente a ciertas catástrofes. Tenemos que ser capaces de trascender nuestros propios intereses y descubrir nuestra capacidad de acción y reacción frente a los demás, ser capaces de extender nuestras tareas solidarias en el tiempo para pasar de la solidaridad afectiva, a una verdadera solidaridad efectiva. Además la construcción del bien común y de la justicia social no es sólo una tarea del Estado, sino una realidad que reclama el aporte de todos y cada uno de los ciudadanos. 

La posibilidad de reconciliarnos socialmente, fundamento necesario para una verdadera integración social, nos exige superar los sentimientos de xenofobia que muchas veces se instalan en el corazón. Necesitamos reconocernos iguales a los demás (no importa el color de su piel, su nivel social, su cultura, o nacionalidad). Y en este sentido es necesario no criminalizar la pobreza, no importa el marco en el que se desarrolle. A modo de ejemplo: un chico no elige estar en la calle a los seis años, aunque después robe a los 12. Sería mucho más productivo para nuestra sociedad poder reflexionar sobre nuestra responsabilidad, y actuar en consecuencia, que pretender judicializar a los chicos cada vez más a temprana edad. 

De parte de la Iglesia

Creemos que frente al desafío constante de integrar a aquellos que la sociedad margina o excluye, la Iglesia toda tiene una responsabilidad muy grande (14). En primer lugar -como uno de los caminos de respuesta- podemos reconocer al mismo pueblo de Dios que vive en las villas como principal protagonista de su desarrollo integral y de su evangelización. La transmisión de la fe que se da espontáneamente de padres a hijos aporta el verdadero sentido trascendente que es capaz de sostenerlos en las dificultades e impulsarlos a buscar una vida acorde a su dignidad de hijos de Dios. Como sacerdotes que vivimos junto con ellos sentimos la responsabilidad del llamado de Jesús a anunciarlo a través de sus palabras y haciendo presente sus obras de misericordia. Como amigos y compañeros de camino (15) sentimos la responsabilidad de impulsarlos en esta transmisión de la fe, fortaleciéndolos en este tiempo particular en el que se vive una crisis de tradición, y colaborar con ellos para que esta fe siga siendo el motor de una verdadera unión social. Otra función fundamental a la que nos sentimos llamados es acompañar y colaborar con todos aquellos que, desde distintas iniciativas, promuevan el bien integral de los más pobres. En este proceso de secundar la búsqueda de una calidad de vida más digna queremos poder ser voz de aquellos que no la tienen, o mejor dicho, ayudar a que se escuche la voz de aquellos a quienes no se escucha.  

Como hacíamos referencia al comienzo, la tarea de integración es tarea de toda la Iglesia. En este sentido los pastores de la Iglesia tienen que velar para que en todas las estructuras eclesiales se pueda realizar una clara y eficaz opción preferencial por los pobres, ya que una auténtica evangelización implica también una búsqueda por organizar de una manera más justa la sociedad (16). Para una real integración la Iglesia puede aportar también desde su misión más esencial de ser instrumento de reconciliación entre los hombres. Es un llamado urgente como bautizados superar toda tentación que nos haga dividir por clases sociales, cultura, o nación.(17)

Finalmente, afirmar que es responsabilidad de toda la Iglesia implica que cada bautizado descubra su vocación al bien común y su consecuente compromiso de transformación social. (18)

Equipo de Sacerdotes para las villas de emergencia. Buenos Aires 9 de noviembre de 2007.  

  • Rodolfo Ricciardelli, Enrique Evangelista y Adolfo Benassi de la Villa 1.11-14.
  • José María Di Paola, Carlos Olivero y Nibaldo Leal de la Villa 21-24 y N.H.T. Zabaleta.
  • Sebastián Sury y Walter Medina de la Villa 15.
  • Guillermo Torre y Marcelo Mirabelli de la Villa 31.
  • Gustavo Carrara y Martín De Chiara de la Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo.
  • Sergio Serrese de la Villa 19.
  • Jorge Tome y Franco Punturo de la Villa 20
  • Juan Gabriel Arias de la Villa 26.

1- “Lo esencial de la cultura está constituido por la actitud con que un pueblo afirma o niega una vinculación religiosa con Dios, por los valores o desvalores religiosos. Éstos tienen que ver con el sentido último de la existencia y radican en aquella zona más profunda, donde el hombre encuentra respuestas a las preguntas básicas y definitivas que lo acosan, sea que se las proporcionen con una orientación positivamente religiosa o, por el contrario, atea. De aquí que la religión o irreligión sean inspiradoras de todos los restantes órdenes de la cultura –familiar, económico, político, artístico, etc.- en cuanto los libera hacia lo trascendente o los encierra en su propio sentido inmanente.” (Puebla 389). 

2 – Sirva de ejemplo la villa de Charrúa: se incendió toda en el año ’68. Se le pidió a un arquitecto ayuda para auto construir sus casas. Por ser numerosas las familias debían ser numerosos lotes. Y empezaron trabajando solidariamente en el lote de todos, mientras vivían en unas carpas al lado. Después cuando estaba avanzada la construcción se sortearon los lotes y cada uno continuó por su cuenta. Cacciatore intentó erradicarlos sin éxito. En esa época las casas eran de un piso. Cuando salió la ley Dromi compraron el terreno; y posteriormente empezaron a construir algunas de las casas en alto. En este ejemplo que claramente tuvo como consecuencia el mejoramiento de su calidad de vida, percibimos que pudieron continuar juntos, y de este modo conservaron sus valores, sus tradiciones, y sus fiestas. Hoy día, la fiesta de Copacabana que se celebra en este barrio, es la fiesta religiosa más importante en la ciudad después de San Cayetano –en cuanto a la afluencia de gente-.  

3- “El desarrollo de los pueblos y muy especialmente el de aquellos que se esfuerzan por escapar del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas, de la ignorancia, que buscan una más amplia participación en los frutos de la civilización, una valoración más activa de sus cualidades humanas, que se orientan con decisión hacia el pleno desarrollo, es observado por la Iglesia con atención.” (Populorum progresio, 1).  

4- “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto: ‘nosotros no aceptamos la separación de lo económico de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera.” (Populorum progressio, 14).  

5- “Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, este mismo desarrollo exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Así se podrá realizar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas.” (Populorum progressio, 20).  

6- Es importante escuchar las demandas de los vecinos: ‘¿Quién va a reconocer la inversión y el esfuerzo que hicimos? Cuando llegamos esto era un basural que se inundaba, nosotros rellenamos, construimos con material, hicimos calles.’ ‘Sí, nos vamos pero, ¿qué hacemos con nuestros kioscos, talleres, comercios? ¿De qué vamos a vivir? ¿Dónde vamos a trabajar? Nos dan lugares para dormir pero ¿y todo lo demás?’ ‘Hicimos nuestras casas según íbamos necesitando… nosotros vivimos con mi cuñado que es mi compadre, su familia y mi hermana soltera… los departamentos son todos iguales y difíciles de adaptar a nuestras familias, ¿qué hago con mis cosas?’ (Proyecto de urbanización de vecinos de un sector de la Villa 1-11-14).  

7 – “La tradición cristiana nunca ha aceptado el derecho a la propiedad privada como absoluto e intocable: “Al contrario, siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del derecho común de todos a usar los bienes de la creación entera: el derecho a la propiedad privada como subordinada al derecho al uso común, al destino universal de los bienes”… “La propiedad privada, en efecto, cualquiera que sean las formas concretas de los regimenes y de las normas jurídicas a ella relativas, es, en su esencia, sólo un instrumento para el respeto del principio del destino universal de los bienes, y por tanto, en último análisis, un medio y no un fin”. (CDSI; 177). “El principio del destino universal de los bienes exige que se vele con particularidad solicitud por los pobres, por aquellos que se encuentren en situación de marginación, y, en cualquier caso, por las personas cuyas condiciones de vida les impiden un crecimiento adecuado”. (CDSI; 182).  

8 – “El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre, y si la solución, o mejor, la solución gradual de la cuestión social, que se presenta de nuevo constantemente y se hace cada vez más compleja, debe buscarse en la dirección de “hacer la vida humana más humana”, entonces la clave, que es el trabajo humano, adquiere una importancia fundamental y decisiva.” (LE; 3). “Como persona, el hombre es pues sujeto del trabajo. Como persona él trabaja, realiza varias acciones  pertenecientes al proceso del trabajo; éstas, independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que tiene en virtud de su misma humanidad.” (LE; 6).  

9- “La escuela es el principal mecanismo de inclusión. Quienes se van de la escuela pierden toda esperanza ya que la escuela es el lugar donde los chicos pueden elaborar un proyecto de vida y empezar a formar su identidad. En la actualidad, la deserción escolar no suele dar lugar al ingreso a un trabajo sino que lleva al joven al terreno de la exclusión social: la deserción escolar parece significar el reclutamiento, especialmente de los adolescentes, a un mundo en el que aumenta su vulnerabilidad en relación a la violencia urbana, al abuso y a la adicción a las drogas o al alcohol. Si bien la escuela puede no lograr evitar estos problemas, la misma parece constituir la última frontera en que el Estado, las familias y los adultos se hacen cargo de los jóvenes, en el que funcionan, a veces a duras penas, valores y normas vinculados a la humanidad y la ciudadanía y en el que el futuro todavía no ha muerto.” (Bergoglio. Carta pastoral sobre la niñez y adolescencia en riesgo. 1/10/05)  

10 – “El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras, ni geográficas ni humanas. Ataca por igual a países ricos y pobres, a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y mujeres. La Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad, especialmente a las nuevas generaciones. Su labor se dirige especialmente en tres direcciones: prevención, acompañamiento y sostén de las políticas gubernamentales para reprimir esta pandemia. En la prevención, insiste en la educación en los valores que deben conducir a las nuevas generaciones, especialmente el valor de la vida y del amor, la propia responsabilidad y la dignidad humana de los hijos de Dios. En el acompañamiento, la Iglesia está al lado del drogadicto para ayudarle a recuperar su dignidad y vencer esta enfermedad. En el apoyo a la erradicación de la droga, no deja de denunciar la criminalidad sin nombre de los narcotraficantes que comercian con tantas vidas humanas, teniendo como meta el lucro y la fuerza en sus más bajas expresiones. En América Latina y El Caribe, la Iglesia debe promover una lucha frontal contra el consumo y tráfico de drogas, insistiendo en el valor de la acción preventiva y reeducativa, así como apoyando a los gobiernos y entidades civiles que trabajan en este sentido, urgiendo al Estado en su responsabilidad de combatir el narcotráfico y prevenir el uso de todo tipo de droga. La ciencia ha indicado la religiosidad como un factor de protección y recuperación importante para el usuario de drogas.” (Documento de Aparecida Nº 422-423).  

11- “Poco se logra con el no a la droga sin un fuerte sí a la vida. A una vida que merezca ser enfrentada cada día, con desafíos a la medida humana y joven. Vale el esfuerzo de salir a buscar trabajo si en algún momento se encontrara uno, vale estudiar si podré ejercer esa profesión, vale el amor si se puede y se alienta a formar una familia; vale participar en política si buscamos el bien común, vale confiar en la justicia si se dará a cada uno lo que corresponde.” (Mons. Lozano; nota publicada sobre el Paco).  

12- “Conocemos, en nuestra cultura latinoamericana y caribeña, el papel tan noble y orientador que ha jugado la religiosidad popular, especialmente la devoción mariana, que ha contribuido a hacernos más concientes de nuestra común condición de hijos de Dios y de nuestra común dignidad ante sus ojos, no obstante las diferencias sociales, étnicas o de cualquier otro tipo. (…)

Sin embargo, debemos admitir que esta preciosa tradición comienza también a erosionarse. (…)Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese núcleo más profundo de cada cultura, constituido por la experiencia religiosa, que resulta ahora igualmente difícil de transmitir a través de la educación y de la belleza de las expresiones culturales, alcanzando aún hasta la misma familia que, como lugar del diálogo y de la solidaridad intergeneracional, había sido uno de los vehículos más importantes de la transmisión de la fe.” (Documento de Aparecida Nº 37-39).  

13- A modo de ejemplo, entre otras posibles soluciones: “Trazado apertura y dimensionamiento de calles, sendas y veredas”. Proponemos mantener el trazado de calles existentes, codificándolo como ‘pasaje’. (ancho 8 metros, 1 mano vehicular).” (Proyecto de urbanización de vecinos de un sector de la Villa 1-11-14).  

14- “Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores. Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a ser sacramento de amor, solidaridad y justicia entre pueblos.” (Documento de Aparecida Nº 396).  

15- “Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo de vivir la fe. La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres. Día a día, los pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral”. (Documento de Aparecida Nº 398).

16- “Asumiendo con nueva fuerza esta opción por los pobres, ponemos de manifiesto que todo proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación ‘sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad’”. (Documento de Aparecida Nº 399).  

17- “Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús”. (Gál. 3, 28).  

18- “La opción preferencial por los pobres exige que prestemos atención a aquellos profesionales católicos que son responsables de las finanzas de las naciones, a quienes fomentan el empleo, los políticos que deben crear las condiciones para el desarrollo económico de los países, a fin de darles orientaciones éticas coherentes con su fe”. (Documento de Aparecida Nº 395).

“Alentamos a los empresarios que dirigen las grandes y medianas empresas y a los microempresarios, a los agentes económicos de la gestión productiva y comercial, tanto del orden privado como comunitario, por ser creadores de riqueza en nuestras naciones, cuando se esfuerzan en generar empleo digno, en facilitar la democracia, y en promover la aspiración a una sociedad justa y a una convivencia ciudadana con bienestar y en paz. Igualmente, a los que no invierten su capital en acciones especulativas sino en crear fuentes de trabajo preocupándose de los trabajadores, considerándolos ‘a ellos y a sus familias’ la mayor riqueza de la empresa, que viven modestamente por haber hecho, como cristianos, de la austeridad un valor inestimable, que colaboran con los gobiernos en la preocupación y el logro del bien común y se prodigan en obras de solidaridad y misericordia”. (Documento de Aparecida Nº 404).  

19- Reflexiones sobre la urbanización y el respeto por la cultura villera, 11 de junio de 2007.

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